17.8.12

vicios


Todo el mundo se vuelve adicto a aquello que pueda llegar a hacer desaparecer su dolor. Para algunos estaba la bebida, para otros las drogas, la violencia, la adrenalina; pero para mí solo estabas tú. Tu olor, tu mirada, tu inesperada sonrisa. Hubiese sido un acierto pensar que, como cualquier otro tipo de adicción, acabarías resultando más dañino de lo esperado.

15.5.12

rage


Se sintió en éxtasis cuando su puño golpeó la primera cara. Sus nudillos encajando de forma cósmica en la dentadura de aquel hombre que se había encontrado por azares grotescos del destino en su camino. Los remordimientos, acallados por el océano de ira, trataban de mantenerse a flote, pero el sismo de la desesperación acabó por ahogarlos. El siguiente golpe le supo a gloria y el siguiente y el siguiente, incluso los que recibía a cambio eran bendecidos por su momentánea locura de placer.

Las figuras difuminadas que se acercaron a ayudar al primero compartieron la misma suerte que la de él. La violencia carcomía sus entrañas como si quisieran mudarlo de piel, como si quisieran transformarlo en un monstruo por completo. No le importaba, joder. Nada de eso importaba.  Se basaba en gritar y golpear, en no pensar, en no desear. Era un juego, era el juego del “me quiere, no me quiere”, pero no deshojaba margaritas si no bocas de bastardos inocentes. La esperanza se marchitaba con cada eco que el puñetazo dejaba en el aire.

Varios brazos encarcelaron su cuerpo vetándole de su danza particular de ojos morados y costillas rotas. Una milésima de segundo después, el karma le azotaba con saña. Lo gracioso era el alivio que encontraba en el acto. Rogó porque todos los golpes que recibía consiguieran exorcizar la desesperación y la angustia de un sistema contaminado porque algo realmente malo y jodido estaba pasando con él.

9.5.12

happiness is overrated


Allí estaba, a la hora pactada en mis sueños, en el mismo lugar en el que nunca acordamos quedar. Su vestido azul bailaba acorde a los movimientos de sus caderas y su pelo se bamboleaba de un lado a otro, raptando corazones desesperados entre sus mechones . Y hacía tanto que no la veía que bajo la luz de los focos me pareció etérea, pero no era una más que una bruja que había desmenuzado la palabra amor.

Ella se reía y danzaba y bateaba sus pestañas de mariposa con la atención repartida entre medio bar y yo. Lo sabía porque que tras su vaso de cristal, sus miradas de reojo me veían morir de desesperación y envidia.  Y yo bebía un trago tras otro, como si ello pudiera ahogar y alcoholizar mis emociones hechas jirones. La sala empezó de pronto a dar vueltas y más vueltas, pero siempre girando todo alrededor de ella. Ella era el sol y yo un simple satélite más de su extensa galaxia.

Sus tacones empezaron a repiquetear en mi escala musical. Cada vez más alto, cada vez más cerca.

- ¿Qué tal te ha ido todo? –me pregunta con sonrisa traviesa. Apenas puedo balbucear nada cuando su perfume dulzón se extravía por mi sistema. La imagino desnuda, jugueteando entre las sábanas de nuestro falso campamento de devoción. Y la veo rendida en mis brazos de lobo solitario. Y hay un cambio en mis sentimientos, en el odio y rencor que me carcomía al haber sido hechizado casi sin mi permiso. De invierno a verano, solo existe deseo y amor por aquella mujer, por la perfección y simetría de dos cuerpos enredados en una maraña de promesas sin sentido.

Pero se va; la veo caminar hacia la salida con otro hombre y mi mirada chispea destellos de ira y rabia. Aún puedo ver la sonrisa de satisfacción que me dedica antes de desaparecer entre la multitud. Y la maldigo con toda mi alma corrompida porque esa noche estaba decidido a perseguir un fantasma.

Entre tumbos y empujones, me deslizo fuera del local. Con la mente enturbiada por el alcohol, recibo la bienvenida de las farolas vomitadas por corazones fragmentados. Caminé con la mirada cargada y los sentimientos fijos. El mundo se estaba desmoronando y yo solo quería verla, contemplar que clase de pérfida persona era. El mundo se hundía y yo sabía que serían sus manos lo último que vería en esta puta vida.

7.4.12

fly away

Te gustaba cazar las mariposas más bonitas del jardín, con alas grandes y dibujos estrambóticos de mil colores. Pero fuiste a por la menos indicada, a la que corre hacia la tormenta en vez de esquivarla. En busca de tu objetivo, perdiste tu esencia y cuando conseguiste atraparla ya no quedaba nada. Le preguntaste su nombre con deje inocente y ella te lo desveló abriendo las alas. La palabra soledad impregnada en tinta negra.

—  ¿Me quieres, Soledad?   

La pregunta la hizo revolverse inquieta. Un veneno habría sido más llevadero que el peso de dar respuesta. Tras eso, ella batió sus alas con fuerza y voló lejos de allí.

29.3.12

antítesis

Aún recuerdo tu odioso olor a lugar seguro. Como iluminabas mis noches cuando yo quería oscuridad. Como te rías cuando yo solo quería llorar. Te odiaba tanto que mi cuerpo sentía ese tipo de atracción hacia las situaciones de fatalidad contigo. No te podía ni ver y en cambio mis brazos rodeaban tu cuello en un intento desesperado por mantenerte cerca.


No pensaba en las consecuencias cuando me tiré de lleno en la inmundicia de nuestra relación. No me afligió dejarte en aquella estación abandonada cuando te prometí que iría hasta el fin del mundo contigo. Como tampoco me trastornó que volvieras a por mí arrastras y te dejara colar tus manos por debajo de mi ropa.

Nuestra antítesis era dolorosa. Te deseaba tanto que mi mente te repelía antes de que la tragedia se hiciera patente. Era una tortura odiar y amar al mismo tiempo.

8.3.12

skin come off


- Hola, pelirrojo – Su sonrisa, pintada de un fuerte rojo pasión, se pinceló en su bonito rostro de una manera majestuosa. A veces, cuando las dudas y el temor me acuciaban, me permitía la debilidad de admirar a aquella sorprendente mujer. Ella alzó sus menudos brazos en dirección mía, tentándome, tejiendo su telaraña personal. Nunca tendría claro si sus brazos eran las puertas del paraíso o del infierno - ¿Por fin te has decidido?

- No – contesté con sinceridad mientras me acercaba a ella. Descifrar mentiras  había sido uno de nuestros pasatiempos favoritos. Ya no, sin embargo.

- ¿Qué haces aquí entonces, Lucas? – Me senté en la cama, muy próximo a ella pero siempre dándole la espalda. Observar sus ojos azules me turbaba, entumecía mis sentidos y creaba cortocircuitos en mis pensamientos.

- Creí que podía manejarlo. Creí que podía conseguir ser feliz sin herir a nadie por el camino. Me equivoqué – Tapé mi rostro con mis manos, avergonzado. Debería haberle hecho caso desde un principio. Aria era el pecado en persona, pero el pecado no dista mucho de la verdad en sí. Tan atrayente que amortigua el golpe. Todo el mundo quiere poseerla, a cualquier precio, incluso si eso significa perder la esencia.

- Oh, vamos, Lucas – Sus brazos me abrigaron y cuando sus manos se toparon con las mías, sentí su aliento acariciándome la oreja – No te castigues tanto. Somos humanos, al fin y al cabo. Erramos, es ley de vida – Sus manos alejaron las mías de mi rostro, como si quisiera quitar una máscara que llevaba soportando durante mucho tiempo. Entonces, su menudo cuerpo se enfrentó al mío, corpulento, sin miedo, como siempre había sido… y sus ojos, sus  inquietantes ojos se posaron sobre los míos con la seguridad de un torbellino. ¿Cuán fácil podría ser todo para ella? Nunca cuestionándose nada, viviendo a base de impulsos sin importar las consecuencias.

- Te envidio – musité tan bajo que sonó más a una expiación de pecados que a una realidad patente.

4.3.12

bury me beside you


El zumbido de la mosca reverberaba entre las o de la mosca reverberaba ecuatro paredes de aquella asfixiante habitación. Los rayos de sol entraban con violencia tras las ventanas llenas de moho y nos azotaba en el rostro con fuerza. Vi como fruncía el ceño, tratando de visualizarme a través de su vista borrosa. Sus pestañas, negras y largas, hacían de abanico en su cara, creando una leve brisa sobre sus mejillas sonrosadas por el calor. Las gotas de sudor creaban surcos por su rostro pálido y desmejorado. Verle así causaba estragos en mi alma.

- Leiva… - murmuró, levantando una mano. El simple esfuerzo parecía costarle la vida.

Yo se la cogí y la acerqué a mi cara. Dejé que me acariciara lentamente, que recordara mi rostro por última vez. Me debatí entre mis distintos yo: el fuerte y el melancólico. Pero decidí que no estaría bien echarme a llorar en el borde de la cama en la que estaba postrado. Eso solo empeoraría las cosas, ¿no?

- Estás muy guapa hoy – musitó débilmente, mientras colaba sus dedos por mi melena ondulada. Le sonreí con dulzura pero casi escuché partirse mi corazón.

Cerré mis ojos. Suspirando, tratando de mantener la sonrisa, pero sentí como, sin remedio, se iba desdibujando de mi cara poco a poco.

- Leiva, no llores.

¿Lloraba? Una de mis manos se posó sobre mi mejilla en un acto reflejo, empapándose. La cerré en un puño, limpiándome con rabia las lágrimas que deberían haberse quedado atrapadas en mis cuencas.

27.2.12

nude

El egoísmo me contamina el sistema. Y aun cuando mancho pies y manos en una guerra en la cual sepulto sentimientos bajo tierra, en realidad no lucho por nadie, ni si quiera por mí. Soy el as de corazones con un basto y una espada a cada mano. Mi oro por tu felicidad. 

22.2.12

seekir

Dicen que la mujeres tenemos un sexto sentido, que intuimos las cosas que suceden o van a suceder con extrema facilidad… A veces creo que me vedaron ese don o que en algún punto inexacto de mi corta e impulsiva vida, este sexto sentido quedó entumecido por el alcohol, las drogas y la rabia.  ¿Cómo si no habría llegado entonces a esta situación?

No tenía más lágrimas que derramar. Ni si quiera dolía como antaño. Pensé que llegado el momento temería el vacío, pero sorprendentemente haberlo alcanzado supuso un alivio. No más ira, no más tristeza. Sola una infinita paz. De alguna forma, eso me preocupó.

El recuerdo de querer ser la princesa de un cuento de hadas había desaparecido junto a la suavidad de las sábanas de seda de su cama. Ahora yacíamos en un lecho de piedras y cada embestida se sentía como el desprendimiento de cada uno de mis miembros.

Nunca quise que Daniel me odiase, nunca quise odiarle yo. Todo esto era un caos. Un terrible y adictivo caos. Sentía como cada noche sus manos apretaban con un poco más de fuerza mi cuello. Y la maldita realidad es que no importaba cuan fuerte agarrase, siempre y cuando me dejase morir a su lado. Y no podía ser un deseo más patético, sobretodo desde que me había dejado de mirar a la cara si no era para dejarme claro cuanto asco le producía mi presencia. Podía sentir la costumbre y el hábito en cada uno de sus movimientos, ya no me quería. Me había convertido en parte de su rutina.

Existían momentos, momentos en los que planeaba huir, escapar sin mirar atrás. Pero entonces, su uñas se clavaban en mi piel con advertencia. Este era mi castigo, el castigo que él me había impuesto: Ser prisionera de un desconocido. Porque Daniel, el chico del que me había enamorado tiempo atrás, ya no estaba allí y cuanto antes lo aceptase más fácil sería de sobrellevar nuestro infierno particular.


13.2.12

un jardín lleno de magníficas flores

- Eres un completo idiota, Gael – Liv sonrió con suficiencia.

- Sí, un idiota que te regala orgasmos como quién regala flores, guapa. Podrías ser un poco más agradecida por ello - “Será cerdo”, pensó Liv, desdibujando su sonrisa a la velocidad de la luz. Gael tenía el increíble don de avergonzarla a cualquiera hora, en cualquiera circunstancia.

- Yo diría que unas flores más bien pochas – farfulló cabreada.

- ¿Insinúas que no soy un buen amante? – Esa molesta ceja suya, se levantó con escepticismo e incredulidad. A pesar de todo, sus ojos decían que se estaba divirtiendo de lo lindo con todo esto.

- ¡Eh! Yo no insinúo nada. Si piensas así, por algo será – dijo desentendiéndose del tema. De repente el florero que tenía al lado le parecía de lo más interesante.

- ¿Liv?

- ¿Um? ¿Qué…? – justo cuando su cabeza se giraba para preguntar qué es lo que quería, Gael plantó un beso en sus labios. Un beso que no era ni tierno ni lleno de afecto, sino un beso que hizo que la tierra se tambaleara durante unos gloriosos segundos. O quizás solo fuesen las piernas de Liv las que se tambaleasen.

- Nunca vuelvas a cuestionar una de mis mejores virtudes o tendré que secuestrarte y encerrarte en una habitación hasta que tengamos un jardín lleno de magníficas flores – el resuello que desprendió con sus palabras acariciaron los labios de Liv con advertencia.

Una parte de Liv, la más primitiva, decidió que se lo cuestionaría todos los días de su vida; pero la otra parte, la más grande y sensata, se juró que nunca más diría una palabra sobre ello.

6.2.12

and this is a private funeral

Su alma estaba calcinada, o eso creía él. Ya ni de eso estaba seguro. Pero a la vez que sentía que ahora su alma era solo polvo,  también sentía que su corazón se había hecho de cemento. Y le pesaba, le pesaba horrores mantenerlo en ese sucio e inhóspito hueco del pecho.

¿Cuándo había cambiado todo tanto? No se había dado ni cuenta. Se encontraba ligeramente perdido y extrañamente tampoco le importaba. Simplemente era una sensación molesta la que tenía, como el zumbido de un mosquito que se instala en tu mente y no te deja dormir.

Algo fallaba, y aunque sabía con cierta seguridad lo que era… No sabía como actuar. No tenía ganas de actuar. Entonces, echó de menos las horas de sueño, esas que le habían abandonado hacía tiempo.   

Se recostó sobre su pequeña cama boca arriba, admirando cuán soso era aquel techo que le había hecho la mejor compañía desde hacía unos meses. ¿Qué había de malo en él? ¿Cuándo se había vuelto tan viejo? Estaba tan cansado…

De repente, dejarse llevar de nuevo por la corriente no le parecía tan mala idea. Sabía que no había llegado a buen puerto la última vez, pero rezó porque esta vez el viento soplase a su favor.


29.1.12

no one would riot for less

La agarró de la cintura y la besó. Primero con furia, luego con suavidad. Y ella lloraba porque aunque tenía claro que eso no podía seguir así, lo amaría siempre y no había nada en ese odioso universo que le arrancara ese sentimiento del corazón.

- Liv… - sollozó en su oreja. Ella abrazó la cabeza de Gael contra su pecho. Ojalá no tuviera que soltarlo nunca pero hay cosas que les superaban…Incluso a ellos.

- Gael – le llamó, mientras intentaba parar el diluvio de sus ojos -  Nosotros más que nadie sabemos que fuimos creados para estar juntos. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, tal vez no en esta vida. Pero en algún punto de nuestra detestable existencia, quizás cuando sólo quede polvo de nosotros, volveremos a encontrarnos.

- Eso no me sirve – Dijo deshaciéndose de su abrazo -Te quiero, aquí y ahora – Un beso apasionado siguió a esa confesión, intentando demostrar algo que ella ya sabía. ¡Qué difícil era dejarle ir cuando no paraba de recordarle la razón por la que no podía sacarle de sus entrañas!

- Gael, Gael - Tenía que pararle antes de que se llevase su cordura. Tenía que hacerle entender - Escucha, Gael, la Tierra, en algún punto de su longeva historia, decidió que ni los terremotos, ni los tornados, ni los incendios eran suficiente castigo para tan crueles inquilinos – Intentó explicarle - ¿No te das cuenta? No son las guerras y la contaminación lo que acabará con este mundo. Nosotros seremos la razón. Somos el detonante que hará que este mundo explote en pedacitos. Somos el ultimátum de la Tierra, una bomba con cuenta atrás. Cada segundo que pasamos juntos es uno menos para la humanidad. Y nadie va a cambiar por nosotros. La gente seguirá destruyendo todo a su paso. No dejarán de ser lo que son por un amor trágico. No podemos continuar juntos, ¿entiendes?

24.1.12

heavy

No entendía que le había metido a esa mochila, pero era incapaz de avanzar con ella. Pesaba demasiado. Intentaba dar un paso y lo que hacía era retroceder dos. Lo más sensato sería desprenderme de ella o pedir ayuda a alguien, pero en esa mochila había algo demasiado importante para mí como para dejarla atrás o dejar que alguien la tocara. No. Tenía que cargarla yo misma. No faltaba tanto, de todos modos.

Mis piernas flaqueaban del cansancio y gotas de sudor empezaban a resbalar por mi frente. Algunas se deslizaban hasta el final de mi cara, otras se evaporaban por el camino. Estaba ardiendo. Empecé a sollozar. ¿Por qué lloraba? Al fin y al cabo, sólo era una maldita mochila. Caí rendida al suelo. ¿Se me estaba permitido hacer descansos? Me pregunté, pero entonces otra pregunta cobró más importancia, ¿a dónde quería ir? No podía recordarlo. Sentí un dolor intenso en el corazón.

 “¿Le pasa algo a esa chica?” Murmuraba la gente entre risas y confusión. La verdad es que me sentía como una muñeca rota allí sentada en la calle con la cabeza pegada a una pared, defendiendo esa estúpida mochila. Vi mi reflejo en un espejo de un portal cualquiera pero fue muy fugaz. Ya no me gustaba mirarme  en los espejos. No desde que había perdido a Determinación.

Alguien tiró de mi mochila tan fuerte que tuve miedo de que le rompieran las asas. En vez de eso, la cremallera se abrió un poco y se desprendieron la mitad de las cosas que había dentro. No pude ver lo que era intentando rescatar mi mochila.

Cuando la recuperé de vuelta y me la coloqué a la espalda, esta pesaba la mitad. En vez de sentirme contenta, me sentí la persona más desgraciada del mundo. Porque aunque mis piernas recuperan la fuerza y consiguiera recuperar algo de lucidez para recordar a dónde me dirigía, también me sentí la mitad de mí misma.

 Y lloré y lloré cuando llegué a mi destino, porque no era lo mismo. No tendría que haber sido esta la sensación. Mi corazón se sacudía con violencia intentando sobrevivir, pero lo había dañado demasiado. Perder algo que nunca tuve la oportunidad de saber lo que fue de alguna manera me dejó incompleta.

Luego desperté.

16.1.12

boom

- Hiéreme, hiéreme todo lo que puedas – le dije mientras tiraba de su pelo con fuerza – Quiero sentir algo – sollocé.

Sé que él no entendió lo que le pedía, pero de todas formas lo hizo. Me mordió, me arañó y me apuñaló con sus palabras.

Podría haberme avergonzado de mis gemidos, del placer que todo esto me provocaba, pero no fue así. Llamadme masoquista, zorra, loca, me da igual. Cada insulto por parte de él, era una dulce palabra de amor para mí. Solo él era capaz de comprender que lo necesitaba, por eso no me sentía tan culpable de habérselo pedido a él. Mi cuerpo y el suyo encajaban como las piezas de un puzle.

Como ponzoña, toda su esencia fue rellenando todos los recovecos de mi ser. Por unos segundos me sentí turbada: que él consiguiera lo que otros no pudieron me sorprendió… Pero fue un pensamiento fugaz porque al instante el éxtasis llegó tan fuerte cual bomba recién estallada. Teníamos el poder en nuestras manos.

Adrenalina, miedo, pasión, dolor, amor. Los motores principales del mundo. Todos concentrados en mí, en él. Podríamos haber destruido el mundo en ese instante si lo hubiésemos querido.

8.1.12

you must work in symmetry.

Las luces de los focos y de los lásers me cegaban. Pero no me importó. Mi cuerpo se movía al compás de aquella estrambótica música que no se regía por ningún compás. Era ruido y, sin embargo, llegaba a mis oídos cual cántico al que debía rendir tributo.

No sabía que hacía. Mi mente ya no trabajaba. Solo mi cuerpo. Con movimientos sutiles, atrayentes. ¡Me sentía tan bien fusionándome con la música! Era una sensación casi parecida al choque entre dos cuerpos. La música y yo, en perfecta simetría con el Universo.

6.1.12

Oh, Marie...

No podía mentirle. Nunca seríamos felices del todo porque hasta donde puedo recordar mi mente solo funcionaba con ellas. Y ella me dijo que las abandonase. Pero hubiese sido cruel ocultarle que desde siempre mi corazón y mente ya pertenecían a alguien más. Y ella me preguntó si la quería. Y una vez más, debí callarme. No debí decirle que no es que no la quería, sino que la amaba. Que amaba cada recoveco de su piel, de los destellos de su pelo rubio al amanecer y de sus labios con sabor a melocotón. Y ella lloró. Y no había nada en este maldito mundo que la hiciera parar. Dolía que le doliese. Pero más dolía pensar en ellas. Necesitaba estar con mis chicas. No sabía vivir sin ellas. Y ella dejó de luchar, y se fue dejando solo el eco de sus tacones rojos.

Y hubiese sido egoísta pedírselo. Pero oh, Marie, no te vayas. Una minúscula parte de mi cerebro disipó aquella neblina y pude ver a mi pequeña Marie riéndose, y acunándome en sus brazos mientras me cantaba aquella odiosa canción que aprendí a querer. Y entonces supe que sin ella no habría más días de verano, ni rayos de sol, ni esperanza. Entonces la neblina volvió a taponar mi cerebro.

Mis chicas me reclamaron y yo no quería decepcionar a nadie más. Me entregué a ellas sin reservas, aunque eso supusiese quedarme siempre en el lado frío de la vida.