15.5.12

rage


Se sintió en éxtasis cuando su puño golpeó la primera cara. Sus nudillos encajando de forma cósmica en la dentadura de aquel hombre que se había encontrado por azares grotescos del destino en su camino. Los remordimientos, acallados por el océano de ira, trataban de mantenerse a flote, pero el sismo de la desesperación acabó por ahogarlos. El siguiente golpe le supo a gloria y el siguiente y el siguiente, incluso los que recibía a cambio eran bendecidos por su momentánea locura de placer.

Las figuras difuminadas que se acercaron a ayudar al primero compartieron la misma suerte que la de él. La violencia carcomía sus entrañas como si quisieran mudarlo de piel, como si quisieran transformarlo en un monstruo por completo. No le importaba, joder. Nada de eso importaba.  Se basaba en gritar y golpear, en no pensar, en no desear. Era un juego, era el juego del “me quiere, no me quiere”, pero no deshojaba margaritas si no bocas de bastardos inocentes. La esperanza se marchitaba con cada eco que el puñetazo dejaba en el aire.

Varios brazos encarcelaron su cuerpo vetándole de su danza particular de ojos morados y costillas rotas. Una milésima de segundo después, el karma le azotaba con saña. Lo gracioso era el alivio que encontraba en el acto. Rogó porque todos los golpes que recibía consiguieran exorcizar la desesperación y la angustia de un sistema contaminado porque algo realmente malo y jodido estaba pasando con él.

9.5.12

happiness is overrated


Allí estaba, a la hora pactada en mis sueños, en el mismo lugar en el que nunca acordamos quedar. Su vestido azul bailaba acorde a los movimientos de sus caderas y su pelo se bamboleaba de un lado a otro, raptando corazones desesperados entre sus mechones . Y hacía tanto que no la veía que bajo la luz de los focos me pareció etérea, pero no era una más que una bruja que había desmenuzado la palabra amor.

Ella se reía y danzaba y bateaba sus pestañas de mariposa con la atención repartida entre medio bar y yo. Lo sabía porque que tras su vaso de cristal, sus miradas de reojo me veían morir de desesperación y envidia.  Y yo bebía un trago tras otro, como si ello pudiera ahogar y alcoholizar mis emociones hechas jirones. La sala empezó de pronto a dar vueltas y más vueltas, pero siempre girando todo alrededor de ella. Ella era el sol y yo un simple satélite más de su extensa galaxia.

Sus tacones empezaron a repiquetear en mi escala musical. Cada vez más alto, cada vez más cerca.

- ¿Qué tal te ha ido todo? –me pregunta con sonrisa traviesa. Apenas puedo balbucear nada cuando su perfume dulzón se extravía por mi sistema. La imagino desnuda, jugueteando entre las sábanas de nuestro falso campamento de devoción. Y la veo rendida en mis brazos de lobo solitario. Y hay un cambio en mis sentimientos, en el odio y rencor que me carcomía al haber sido hechizado casi sin mi permiso. De invierno a verano, solo existe deseo y amor por aquella mujer, por la perfección y simetría de dos cuerpos enredados en una maraña de promesas sin sentido.

Pero se va; la veo caminar hacia la salida con otro hombre y mi mirada chispea destellos de ira y rabia. Aún puedo ver la sonrisa de satisfacción que me dedica antes de desaparecer entre la multitud. Y la maldigo con toda mi alma corrompida porque esa noche estaba decidido a perseguir un fantasma.

Entre tumbos y empujones, me deslizo fuera del local. Con la mente enturbiada por el alcohol, recibo la bienvenida de las farolas vomitadas por corazones fragmentados. Caminé con la mirada cargada y los sentimientos fijos. El mundo se estaba desmoronando y yo solo quería verla, contemplar que clase de pérfida persona era. El mundo se hundía y yo sabía que serían sus manos lo último que vería en esta puta vida.