29.1.12

no one would riot for less

La agarró de la cintura y la besó. Primero con furia, luego con suavidad. Y ella lloraba porque aunque tenía claro que eso no podía seguir así, lo amaría siempre y no había nada en ese odioso universo que le arrancara ese sentimiento del corazón.

- Liv… - sollozó en su oreja. Ella abrazó la cabeza de Gael contra su pecho. Ojalá no tuviera que soltarlo nunca pero hay cosas que les superaban…Incluso a ellos.

- Gael – le llamó, mientras intentaba parar el diluvio de sus ojos -  Nosotros más que nadie sabemos que fuimos creados para estar juntos. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, tal vez no en esta vida. Pero en algún punto de nuestra detestable existencia, quizás cuando sólo quede polvo de nosotros, volveremos a encontrarnos.

- Eso no me sirve – Dijo deshaciéndose de su abrazo -Te quiero, aquí y ahora – Un beso apasionado siguió a esa confesión, intentando demostrar algo que ella ya sabía. ¡Qué difícil era dejarle ir cuando no paraba de recordarle la razón por la que no podía sacarle de sus entrañas!

- Gael, Gael - Tenía que pararle antes de que se llevase su cordura. Tenía que hacerle entender - Escucha, Gael, la Tierra, en algún punto de su longeva historia, decidió que ni los terremotos, ni los tornados, ni los incendios eran suficiente castigo para tan crueles inquilinos – Intentó explicarle - ¿No te das cuenta? No son las guerras y la contaminación lo que acabará con este mundo. Nosotros seremos la razón. Somos el detonante que hará que este mundo explote en pedacitos. Somos el ultimátum de la Tierra, una bomba con cuenta atrás. Cada segundo que pasamos juntos es uno menos para la humanidad. Y nadie va a cambiar por nosotros. La gente seguirá destruyendo todo a su paso. No dejarán de ser lo que son por un amor trágico. No podemos continuar juntos, ¿entiendes?

24.1.12

heavy

No entendía que le había metido a esa mochila, pero era incapaz de avanzar con ella. Pesaba demasiado. Intentaba dar un paso y lo que hacía era retroceder dos. Lo más sensato sería desprenderme de ella o pedir ayuda a alguien, pero en esa mochila había algo demasiado importante para mí como para dejarla atrás o dejar que alguien la tocara. No. Tenía que cargarla yo misma. No faltaba tanto, de todos modos.

Mis piernas flaqueaban del cansancio y gotas de sudor empezaban a resbalar por mi frente. Algunas se deslizaban hasta el final de mi cara, otras se evaporaban por el camino. Estaba ardiendo. Empecé a sollozar. ¿Por qué lloraba? Al fin y al cabo, sólo era una maldita mochila. Caí rendida al suelo. ¿Se me estaba permitido hacer descansos? Me pregunté, pero entonces otra pregunta cobró más importancia, ¿a dónde quería ir? No podía recordarlo. Sentí un dolor intenso en el corazón.

 “¿Le pasa algo a esa chica?” Murmuraba la gente entre risas y confusión. La verdad es que me sentía como una muñeca rota allí sentada en la calle con la cabeza pegada a una pared, defendiendo esa estúpida mochila. Vi mi reflejo en un espejo de un portal cualquiera pero fue muy fugaz. Ya no me gustaba mirarme  en los espejos. No desde que había perdido a Determinación.

Alguien tiró de mi mochila tan fuerte que tuve miedo de que le rompieran las asas. En vez de eso, la cremallera se abrió un poco y se desprendieron la mitad de las cosas que había dentro. No pude ver lo que era intentando rescatar mi mochila.

Cuando la recuperé de vuelta y me la coloqué a la espalda, esta pesaba la mitad. En vez de sentirme contenta, me sentí la persona más desgraciada del mundo. Porque aunque mis piernas recuperan la fuerza y consiguiera recuperar algo de lucidez para recordar a dónde me dirigía, también me sentí la mitad de mí misma.

 Y lloré y lloré cuando llegué a mi destino, porque no era lo mismo. No tendría que haber sido esta la sensación. Mi corazón se sacudía con violencia intentando sobrevivir, pero lo había dañado demasiado. Perder algo que nunca tuve la oportunidad de saber lo que fue de alguna manera me dejó incompleta.

Luego desperté.

16.1.12

boom

- Hiéreme, hiéreme todo lo que puedas – le dije mientras tiraba de su pelo con fuerza – Quiero sentir algo – sollocé.

Sé que él no entendió lo que le pedía, pero de todas formas lo hizo. Me mordió, me arañó y me apuñaló con sus palabras.

Podría haberme avergonzado de mis gemidos, del placer que todo esto me provocaba, pero no fue así. Llamadme masoquista, zorra, loca, me da igual. Cada insulto por parte de él, era una dulce palabra de amor para mí. Solo él era capaz de comprender que lo necesitaba, por eso no me sentía tan culpable de habérselo pedido a él. Mi cuerpo y el suyo encajaban como las piezas de un puzle.

Como ponzoña, toda su esencia fue rellenando todos los recovecos de mi ser. Por unos segundos me sentí turbada: que él consiguiera lo que otros no pudieron me sorprendió… Pero fue un pensamiento fugaz porque al instante el éxtasis llegó tan fuerte cual bomba recién estallada. Teníamos el poder en nuestras manos.

Adrenalina, miedo, pasión, dolor, amor. Los motores principales del mundo. Todos concentrados en mí, en él. Podríamos haber destruido el mundo en ese instante si lo hubiésemos querido.

8.1.12

you must work in symmetry.

Las luces de los focos y de los lásers me cegaban. Pero no me importó. Mi cuerpo se movía al compás de aquella estrambótica música que no se regía por ningún compás. Era ruido y, sin embargo, llegaba a mis oídos cual cántico al que debía rendir tributo.

No sabía que hacía. Mi mente ya no trabajaba. Solo mi cuerpo. Con movimientos sutiles, atrayentes. ¡Me sentía tan bien fusionándome con la música! Era una sensación casi parecida al choque entre dos cuerpos. La música y yo, en perfecta simetría con el Universo.

6.1.12

Oh, Marie...

No podía mentirle. Nunca seríamos felices del todo porque hasta donde puedo recordar mi mente solo funcionaba con ellas. Y ella me dijo que las abandonase. Pero hubiese sido cruel ocultarle que desde siempre mi corazón y mente ya pertenecían a alguien más. Y ella me preguntó si la quería. Y una vez más, debí callarme. No debí decirle que no es que no la quería, sino que la amaba. Que amaba cada recoveco de su piel, de los destellos de su pelo rubio al amanecer y de sus labios con sabor a melocotón. Y ella lloró. Y no había nada en este maldito mundo que la hiciera parar. Dolía que le doliese. Pero más dolía pensar en ellas. Necesitaba estar con mis chicas. No sabía vivir sin ellas. Y ella dejó de luchar, y se fue dejando solo el eco de sus tacones rojos.

Y hubiese sido egoísta pedírselo. Pero oh, Marie, no te vayas. Una minúscula parte de mi cerebro disipó aquella neblina y pude ver a mi pequeña Marie riéndose, y acunándome en sus brazos mientras me cantaba aquella odiosa canción que aprendí a querer. Y entonces supe que sin ella no habría más días de verano, ni rayos de sol, ni esperanza. Entonces la neblina volvió a taponar mi cerebro.

Mis chicas me reclamaron y yo no quería decepcionar a nadie más. Me entregué a ellas sin reservas, aunque eso supusiese quedarme siempre en el lado frío de la vida.